jueves, 5 de junio de 2014

Por el Valle del Limarí

Gracias a una de esas increíbles ofertas que salen por Internet de vez en cuando, tuvimos la ocasión de pasar tres noches en un bonito y moderno hotel cerca de Ovalle, en la región de Coquimbo, para conocer el entorno del Valle de Limarí.

Este valle recibe su nombre del río Limarí, el cual recibe las aguas cordilleranas de los ríos Hurtado y Grande. De no ser así, estos valles serían bastante desapacibles, ya que se encuentran en el sector semi-árido de Chile, a unos 400 Km al norte de Santiago, camino del desierto norteño. Precisamente, lo más llamativo de estos paisajes es el contraste entre la exuberancia de los fértiles fondos de valle y la aridez del entorno en que se hallan, con cerros semipelados en los que apenas sobrevive la escasa vegetación adaptada a estas condiciones climáticas.

Valle de Limarí es también una denominación de origen para los vinos que se producen en estas particulares condiciones. De hecho, las denominaciones de origen de este sector son las más septentrionales de Chile, y el principal destino de las uvas es la elaboración de Pisco.

Después de un viaje sin muchas complicaciones, salvo el atasco de turno en la cuesta de Las Chilcas y una paradita técnica en Huentelauquén para degustar las sabrosas empanadas de queso, llegamos al hotel Limarí, a tiempo para deleitarnos con un precioso atardecer.

Alto en el camino a la altura de Huentelauquén, para disfrutar de las ricas empanadas de queso con jugo de papaya. Esta vez, la Hacienda Huentelauquén estaba cerrada, así que tuvimos que conformarnos con almorzar en uno de los chiringuitos que hay junto a la autopista.

Sara y Bruno estrenando el hotel.

Atardecer en el hotel.

Cerros ardientes.

Bonita puesta de sol.

El hotel resultó impecable, muy confortable y con una cocina exquisita, y una cama enorme en la que pudimos dormir los 4.

Al día siguiente nos fuimos a visitar el Monumento Natural Pichasca, en el valle del Río Hurtado. junto a la población de San Pedro Norte. Se trata de un paraje natural de alto valor por los vestigios de flora y fauna fosilizada (troncos petrificados y fósiles de dinosaurios), así como por los restos de culturas prehistóricas. Tras pagar la correspondiente tasa hicimos el recorrido por el sendero que discurre entre cactus y otras plantas espinosas que estaban al borde de la extenuación después de tantos meses sin luvia. El circuito se desarrolla en una ladera con hermosas vistas del fondo del valle y de la cordillera.

Camino a Pichasca, remontando el valle del Río Hurtado.

Bruno memorizando el recorrido, para no perdernos.

Cactus en flor.


El entorno semidesértico, mirando hacia la Cordillera. Mejor no perderse por aquí.


Vista sobre la población de San Pedro Norte.

El sendero estaba bien señalizado y resultó muy ameno, con paneles informativos cada cierta distancia.



Sentados sobre el tronco fósil de una araucaria prehistórica.

Bruno sentado sobre la pierna fosilizada de su papá.



Guerra de púas.




Dinosaurio a la vista!!!



El Antarctosaurus wichmannianus, a escala reducida, porque su tamaño natural era bastante más grande.


Cueva en la que se han hallado restos de asentamientos prehistóricos. Lo que se ve al fondo es una recreación.

Vista de la cueva desde fuera.




Plantaciones de viñas en el valle.


Una visita inesperada.

Degustando productos de la zona, gentileza de unas amables lugareñas que estaban promocionando sus productos para los visitantes del Sendero de Chile.


Después de la visita volvimos al hotel a relajarnos el resto de la tarde, pensando en la sabrosa cena que nos esperaba.

Al día siguiente tocaba algo más suave. El pueblo de Barraza y el Valle del Encanto. Camino a Barraza desde Ovalle, la amplia carretera discurre por un meseta en una larguísima recta, así que me distraigo con el paisaje y de repente unos Carabineros nos echan el alto. ¡Maldición, iba a más de 100! Efectivamente, el Carabinero me muestra el radar de pistola que marcaba 114, así que me ponen una multa y se quedan con mi carnet de conducir. Como la infracción no inhabilita para conducir, me entregan un papel que hace las veces de licencia hasta que pague la multa. El problema es que el carnet se queda en Ovalle, y nosotros vivimos a más de 400 Km de aquí, así que me explican que tengo que ir al Juzgado de Policía Local de Talagante a solicitar un exhorto para que me envíen allí la licencia. Fue lo primero que hice en cuanto regresamos, pero ha pasado ya más de un mes, y aún estoy esperando a que me llegue. Triste burocracia. En nuestro anterior por el Valle del Maule, a Natalia la pararon por adelantar en doble línea continua, pero a ella no le pusieron multa. ¡No es justo!

Llegamos a Barraza con mal sabor de boca, y visitamos su iglesia, una de las más antiguas de Chile. Paseamos por el pueblo, que no ha perdido para nada su aire rural, y de hecho es el primer pueblo que visitamos en Chile que conserva bien su aspecto rural, con casas antiguas de adobe y un núcleo urbano bien definido, sin el caos habitual de parcelas y casitas aquí y allá con tejados de chapa y aspecto de dejadez. Allí descubrimos también un bonito y curioso restaurante, donde Natalia aprovechó para tomarse un café mientras el propietario nos contó su curiosa historia sobre cómo decidió montar un restaurante en el pueblecito de su familia después de haber estado viviendo en Vigo.

La iglesia de Barraza, que comenzó a edificarse en 1795.

La plaza de Barraza, frente a la iglesia.



Casa de adobe y corral abandonados.

Calle principal de Barraza.



El restaurante Cabildo Abierto en Barraza. Un lugar muy recomendable para comer.


A continuación nos desplazamos hasta el Valle del Encanto, para visitar sus famosos petroglifos (grabado en piedra y rocas) y pictografías de la cultura Molle (500 - 700 DC). También se pueden observar las curiosísimas "piedras tacitas", que son como unos hoyuelos esculpidos en las piedras y que no se sabe muy bien para qué servían. Dicen que los usaban a modo de morteros.




Sentados junto a una de las pictografias, los graffitis de la época.



Los curiosos agujeros de las piedras tacitas.

Entre rocas.

Petroglifo. ¿Qué representa? Los amantes de la ufología dicen que un marciano con su casco lleno de cables.

Como las piedras no alimentan, nos fuimos a comer a un restaurante que había en la ruta con un mirador panorámico sobre el Valle de Limarí. Sin prisas para evitar otro encuentro con los carabineros llegamos un poco tarde y ya estaban cerrando, pero les lloramos un poco y acceden a prepararnos unas ensaladas y unas empanadas, que devoramos contemplando las hermosas vistas sobre el valle.

¡Qué verde era mi valle!

Y como aún quedaba mucha tarde por delante nos animamos a visitar una pisquera artesanal que nos habían recomendado en el hotel. Había que remontar el valle hasta un pueblecito llamado Chañaral de Carén, montaña adentro, en el que se encontraba la pisquera. Unos kilómetros antes de llegar al pueblo se acababa el camino pavimentado, debiendo seguir por un pista del ya familiar y cansino ripio. Una vez allí, en lo profundo del valle y con la sensación de estar en el fin del mundo, nos reciben junto a otro grupo que llegaba también en ese momento y nos explican in situ cómo es el proceso de la elaboración del pisco.

Encontré este vídeo con la misma explicación que nos hizo a nosotros este mismo personaje.

Vídeo sobre la elaboración artesana de pisco en la pisquera de Chañaral de Carén.

El pisco no es otra cosa que un aguardiente envejecido en barrica de roble y rebajado con agua destilada hasta conseguir la graduación deseada. Aquí comercializaban tres tipos de pisco, de 35, 42 y 46 grados de alcohol. El de 46º es el de más calidad, y los de menos graduación son los que se suelen emplear para hacer el pisco sour. Ellos producen unos 10.000 litros de aguardiente a partir de ocho hectáreas de viñedos propios.

Pero el pisco, que parece una cosa tan sencilla, se ha convertido en un tema de controversia internacional entre Chile y Perú por el origen de la bebida y su denominación. Parece ser que al final el pisco chileno ha sido reconocido internacionalmente, a pesar del posible origen peruano de la bebida, cosa que Chile no niega. Simplemente quieren que la denominación pisco sirva a las bebidas espiritosas producidas en ambos países, ya que se vienen elaborando desde antiguo a ambos lados de la frontera. De ser así, Chile habría ganado la batalla, a diferencia de lo que nos ocurrió a nosotros con la diferenciación entre champagne y cava.

Entrada a la pisquera, realmente artesanal.

Sala de muestras y cata donde nos dieron a probar los diferentes piscos y otros licores que elaboran.

¿Beodzo yo?

Racimos de uvas puestos a secar.

Alambiques en los que se destila el aguardiente. De aquí lo pasan a las barricas de roble.

Estas enormes botas son para el vino.

Aquí se envejece el aguardiente. La madera le va otorgando su color característico a medida que pasa el tiempo y se envejece.

Finalmente se mezcla con agua destilada hasta conseguir los grados de alcohol que interesan para su comercialización.

Aquí el producto final.


De vuelta al hotel, a cenar y a dormir la mona.

Al día siguiente tocaba regreso, así que nos levantamos con calma y tras el desayuno de despedida nos pusimos en ruta, con la intención de volver por el interior en vez de ir a tomar directamente la autopista. Remontamos es valle hasta Monte Patria, y de allí tomamos una carretera que conduce hasta Combarbalá, para luego cruzar un puerto de montaña que nos llevaría a Canela Baja, y de allí a la autopista de nuevo. El recorrido fue espectacular, y una carretera impecable nos llevó cruzando montañas desérticas y valles cultivados de viñas y frutales hasta Combarbalá. Y de aquí a Canela Baja, pasando un bonito puerto de montaña y el interminable descenso de un larguísimo valle, árido e inhóspito, con un paisaje realmente contundente. Mereció la pena.

De Monte Patria a Combarbalá, cruzando bonitos valles.

Parrones en las laderas.

Viñas y cactus.


Una parada técnica.

Panorámica hacia Combarbalá, desde el puerto antes de bajar la cuesta La Viuda hacia Canela.



 
Bajando por la Panamericana de regreso a casa, con el Aconcagua al fondo.

Y después de cruzar Santiago sin ningún taco ni complicación, por fin llegamos a casa a una muy buena hora para estar tranquilos el resto de la tarde antes de comenzar una nueva semana, con la agradable sensación de haber pasado un puente estupendo.