157 años después, también un 18 de septiembre, se producía otro evento de dimensiones cósmicas: mi llegada al mundo. Lo que nadie imaginaba era que este singular acontecimiento se iba a ver completamente eclipsado por la celebración de las Fiestas Patrias una vez que aterrizase en Chile.
Y es que realmente, nunca había visto un pueblo tan entregado a sus fiestas como el chileno. Aquí la gente se vuelca y se celebra de corazón su fiesta nacional con una devoción que haría sonrojar a los mismísimos costaleros de la Virgen del Rocío.
Las Fiestas Patrias se empiezan a mascar en el ambiente como 2 ó 3 semanas antes, pero cuando llegan te estampas de bruces contra ellas porque el país se ve convulsionado por toda una serie de acontecimientos para los que hay que estar preparado. Millones de personas se lanzan a la calle abarrotando mercadillos, plazas, comercios y supermercados para comprar compulsivamente todo lo necesario para pasar estos días. Avalanchas de gente colapsan las carnicerías, los cajeros se quedan sin plata ya desde la víspera, los atascos se generalizan y miles de coches abandonan Santiago como si una gran debacle estuviera a punto de llegar.
Paseando por la calle te das cuenta de que son fiestas patrias porque en cada poste hay una banderita chilena, en cada cuadra un vendedor ambulante vende adornos y ornamentos con motivos chilenos, los coches van engalanados con banderitas y cintas hasta en los retrovisores, ves pasar gente vestida con trajes típicos y por todas partes suenan canciones folclóricas. Realmente se trata de unas fiestas muy tradicionales y coloridas.
En mi caso comenzaron el viernes 13 con los actos conmemorativos en el colegio de los niños. El inicio fue sorprendente. Todo el colegio cantó a coro el himno nacional y a continuación un ex-alumno realizó un baile a la bandera. Después fueron pasando por el escenario los diferentes grupos de alumnos mostrando diferentes bailes regionales de todos los rincones del país, ataviados con los trajes típicos correspondientes. Sara y Bruno no fueron menos, y también bailaron cueca y recitaron payas con sus compañeros de clase. Y a partir de aquí, una semana completa de vacaciones. Los colegios hacen un parón primaveral, y este año como el 18 y 19 caen en miércoles y jueves, todo el país hace puente durante esos días.
Una de las cosas que caracterizan estas fiestas es que en cada municipalidad se montan fondas, que es el equivalente nuestras ferias. Se trata de recintos que albergan chiringuitos de comida, casetas para beber y bailar, atracciones y conciertos. No podíamos dejar pasar por alto una manifestación tan popular, así que nos acercamos a la fonda de Calera de Tango, en la que pudimos degustar empanadas, asado de vacuno, sopaipillas... Luego Sara y Bruno se lo pasaron genial montando en las atracciones.
El día de mi cumple decidimos hacer un asado e invitar a nuestros penitentes amigos Juanjo y Panchi, así que desde primera hora de la mañana comenzamos a preparar todo. Afortunadamente hacía un día precioso y se estaba de maravilla en el jardín. De repente, nuestro vecino de poniente saca el equipo de música a su jardín y nos casca el himno nacional a toda pastilla para, a continuación, deleitarnos con unas amenas marchas militares. Mientras tanto, nuestro vecino norte hace lo propio con su equipo de música y comienza a soltar a todo watio canciones tradicionales chilenas. Y nuestro vecino sur y el de levante, y finalmente te das cuenta de que cada casa es una fiesta. Todo el mundo pasa la mañana preparando y adecentando su barbacoa o su quincho para la celebración en familia, con amigos, colegas o compañeros. Y así todo el día, la noche, el día siguiente, y en el momento de escribir esto que es la segunda noche, nuestros vecinos tienen un fiestón montado en su casa con ciento y la madre, animador, juegos para los niños y hasta karaoke.
La verdad es que fue un día de cumpleaños bien curioso, agradable y bien ambientado, sobre todo desde que el vecino poniente cambió las marchas militares por canciones folclóricas. Luego nuestra vecina nos animó a que nos acercáramos a una media luna (viene a ser como un ruedo) en un rancho cerca de casa en el que organizaban actividades para ir en familia, así que después de una agradable y patria sobremesa nos acercamos al rancho. La verdad es que fue todo un espectáculo. Pudimos ver actividades infantiles tan populares como agarrar al chanchito, doma de oveja, o sillas musicales a caballo. También una especie de rodeo chileno. Todo de lo más local y auténtico.
Son las doce y media de la noche, todos duermen en casa, y yo escribo esto amenizado por la música de los alrededores que no cesa. Realmente es muy difícil explicar el ambiente festivo que se vive durante estos días por todo el país. Hay que vivirlo.
Sara y Bruno vestidos de huaso y huasa, el traje tradicional chileno, en el colegio.
En la fonda de Calera de Tango:
Engalanados para las fiestas patrias
Cartel de la Fonda de Malloco
Un cumpleaños en plenas fiestas patrias:
En el Rancho Llollehue:
Intentando agarrar al chanchito
Doma de oveja
Niños bailando cueca
Rodeo chileno
Sillas musicales a caballo
Comprando empanadas y sopaipillas
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